"Pero aquí abajo abajo, cerca de las raíces, es donde la memoria ningún recuerdo omite, y hay quienes se desmueren, y hay quienes se desviven, y así entre todos, logran lo que era un imposible, que todo el mundo sepa que el sur también existe".



Mario Benedetti


Movimiento por la Dignidad de Casanare - Colombia


Conforme a los sucesos acontecidos en el municipio de Tauramena – Casanare al oriente de Colombia desde Enero del presente año, siguen creciendo los esfuerzos en torno a la organización del movimiento social por la defensa del territorio y contra la histórica represión y explotación a la cual se han tenido que enfrentar las comunidades pobladoras a lo largo de 18 años, por las actividades desarrolladas por la multinacional petrolera British Petroleum Company (BP) concentradas en Cusiana y Cupiagua, lugares donde se encuentran dos de los pozos más importantes del país por extensión y cantidad de reservas de crudo.

Tal explotación se ha visto reflejada en el grave detrimento de las condiciones laborales, el evidente desequilibrio ocasionado al medio ambiente, los innumerables casos de vulneración de los derechos humanos en actos como masacres, asesinatos selectivos, desapariciones y torturas propiciados por grupos paramilitares a lo largo de estos años y que se asocian directamente con la multinacional, ocasionando el aislamiento de la comunidad con el resto del país y el fraccionamiento de la misma por medio de la imposición de la cultura empresarial para todos los integrantes de la sociedad.

Gracias al paro iniciado el 22 de enero y a las distintas movilizaciones de la población en cabeza de los trabajadores, se acordó el desarrollo de una negociación con la multinacional, la cual falló en su primer intento a causa de la negligencia y prepotencia presentada por la BP al no respetar los intereses de la comunidad y abandonar la mesa de negociación, sin embargo se ha planteado una segunda cita el próximo martes 23 de Marzo donde se expondrá el pliego de peticiones y propuestas creado por la comunidad, en la asamblea realizada el día 7 de Marzo. En este pliego, se encuentran sintetizados los temas trabajados por cinco mesas: Laboral, Medio Ambiente, Inversión Social, Derechos Humanos y Bienes y Servicios. Tal negociación se llevara a cabo en el municipio de Tauramena y contará con el apoyo en Bogotá de un plantón que se realizará en las instalaciones de la BP al norte de la ciudad, por lo cual se convoca la solidaridad de diversas organizaciones sociales presentes en América Latina, las cuales se plantean una lucha por la defensa y soberanía de los recursos naturales y el territorio.

Pese a la movilización y los intentos de negociación con la BP, consideramos como elemento fundamental, la expulsión de las multinacionales de los territorios nacionales, pues sus lógicas obedecen a un modelo que amparado por el Estado, se caracteriza por la sobre-explotación de los recursos naturales, pésimas condiciones laborales que se imponen a los trabajadores, financiación de grupos paramilitares y la vulneración de derechos humanos evidenciado en diferentes crímenes de lesa humanidad contra la población civil.

Esta iniciativa por la defensa de la dignidad debe ser saludada y apoyada por todas las personas que compartimos las luchas de las comunidades a lo largo y ancho de nuestro saqueado continente, que a propósito de los supuestos 200 años de independencia, sigue inmerso en procesos de dependencia y dominación que exigen verdaderos procesos de liberación de los pueblos.

RED Antorcha

El papel de la academia ¿herramienta de transformación social?

¿Para qué y/o porqué dedicarse a una “ciencia” social? Es una pregunta recurrente en el transcurrir de la formación académica “profesional” de los sujetos que nos desenvolvemos en dicha área. La respuesta que cada uno de nosotros solemos dar a ella es diversa, sin embargo una de ellas es la que nos interesa abordar, la que tiene que ver con el interés en la transformación de las relaciones de poder existentes entre sujetos dominantes y dominados.

A este respecto, es necesario abrir un paréntesis. De acuerdo a Paul Ricoeur, en Historia y Narratividad1, la identidad del sujeto humano se alcanza mediante la función narrativa, la cual se expresa a través del relato, o lo que es lo mismo de la “historia contada”, en ella confluyen una serie de permanencias y continuidades, de concordancias y discordancias, mediadas por la noción de “encadenamiento de una vida”. Así mismo (y esto es lo que más nos interesa resaltar) Ricoeur manifiesta que la identidad, es una interpretación de si mismo, que realizamos por medio del “yo figurado” en otros sujetos, ya sean reales o ficticios, es decir, en el trayecto de la autoidentificación se interpone la identificación del otro. Pero ¿de qué nos sirve esto al presente análisis? Con lo anterior quiero fundamentar, desde un aspecto ético-político, la respuesta a la pregunta enunciada en el párrafo anterior: nos dedicamos a las ciencias sociales porque creemos que otro mundo es posible, y para transformar las relaciones de poder existentes, ello por una razón muy clara, porque entre el otro(subordinado) y el yo (a mi modo de ver, también subordinado), existe un puente indisoluble, que sin embargo el discurso moderno intenta desdibujar, y ante lo cual es necesario dicho compromiso ético-político. Como dijeran las Madres de Plaza de Mayo: “el otro soy yo”. Cerremos el paréntesis.

Partiendo de lo anterior, la pregunta que se produce, casi de manera inmediata es: ¿de qué manera la práctica académica puede posibilitar dicha finalidad? Ésto tomando en cuenta que la academia es un lugar donde se reproducen éstas relaciones de dominación-subordinación. Pareciera un callejón sin salida, pero quizá exista una posibilidad de sortearlo. Para examinar esto, el artículo de John Beverly: Escribiendo al revés. El subalterno y los límites del saber académico2será nuestro eje conductor.

A mi modo de ver, la opción (no me refiero a recetas de cocina ni mucho menos a relaciones de causa-efecto) necesaria para lograr incidir en la transformación positiva de la relación dominación-subordinación, es sin duda, la visibilización –desde la academia- de tal relación, señalada por Beverly. Pero considero que paralelamente se tienen que elaborar agendas ético-políticas encaminadas a acciones que subviertan dicha realidad, veamos a continuación el planteamiento de esta idea.

Beverly, recuperando a Ranahit Guha, analiza y visibiliza dicha relación mediante la categoría de subalterno, la cual denota “el atributo general de la subordinación…ya sea que ésta esté expresada en términos de clase, casta, edad, género y oficio o de cualquier otra forma”.3 Así, el acercamiento y la visibilización del subalterno se convierten en el reto fundamental, ya que los instrumentos con los que contamos como investigadores pertenecientes a la academia, se encuentran inmersos en la epistemología y metodología dominantes, insertas a su vez en una perspectiva teleológica de formación del Estado, en donde el subalterno carece de auto-representación (o de identidad propia), su propia incorporación a este marco lo excluye y lo subordina.

En este contexto, lo que es necesario hacer, de acuerdo a Beverly, es recuperar o re-presentar al subalterno como sujeto histórico, desde la voz del sujeto mismo, en su propia lógica de concepción del mundo, para lo cual es fundamental una “inversión epistemológica”. Dicha inversión (o vuelta al revés) no debe de ser solamente en las formas de producción académica, sino que deben de ser formas de intervención política en dicha producción, desde la perspectiva del subalterno.

Sin embargo, Beverly, identifica dos proyectos diferentes y antagónicos, dentro de los propios Estudios Subalternos: 1) el de representar al subalterno desde la academia, y 2) el de la auto-representación del subalterno mismo. Para el autor, la segunda opción es inviable puesto que el carácter negativo de la identidad del subalterno impide su realización. Por el contrario Beverly apela a que sólo es posible la visibilización de cómo el saber producido desde la academia está estructurado por la ausencia, dificultad o imposibilidad de la representación del subalterno, lo que desembocaría en la redirección hacia la democratización e igualitariedad de la academia y en consecuencia del orden social.

No obstante, a mi modo de ver, Beverly está partiendo de un supuesto que no comparto (entiendo que obedece a su lugar de enunciación): el que el límite del investigador es el acercamiento al subalterno pero que nunca será subalterno (aunque “vayamos al pueblo”). Considero que si bien las estructuras de la academia como la universidad, la epistemología, la metodología pertenecen a una estructura dominante, el investigador comparte la condición de subalternidad, en tanto que nuestra inclusión a dicho sistema conlleva a la carencia de auto-representación de nosotros mismos (en tanto que buscamos en ella la transformación social), esto tanto en las universidades norteamericanas como latinoamericanas, y no veo el porqué no podamos compartir las historias de subalternidad con otras experiencias de subalternidad similares. No comparto tampoco otro de los límites del investigador, propuesto por Beverly, éste es el de sólo llegar a “una amistad concreta con el subalterno”, y no derivar en un acompañamiento no-vanguardista, tanto del otro-subalterno al investigador-subalterno y viceversa. Pienso que con este límite se esta dejando de lado la reproducción de las relaciones de poder dominante/dominado que trae consigo la academia.

Ejemplifiquemos esta última aseveración. En instituciones como las universidades, existen proyectos que tienden a desarrollar nuevas formas de pedagogía, epistemología y metodología más democráticas, como las propuestas por los Estudios Subalternos. Tales proyectos son financiados por los Ministerios o Secretarias de Educación de los países correspondientes, a través de sub-organismos o programas de “calidad”. Los investigadores para adquirir dichos recursos “camuflageamos” los objetivos de tal manera que no parezcan críticos al sistema. Sin embargo los beneficios que acarrean estos proyectos para la transformación social son escasos si tenemos en cuenta que para obtener tales recursos, el investigador tiene que cumplir con “indicadores” precisos de “calidad”, determinados por los propios Ministerios o Secretarias de educación , que a su vez responden a los indicadores de las instituciones de capital mundial. Ponderemos el balance.

En estas condiciones ¿Podemos considerar ello como fisuras en el sistema que tienden a la transformación de las relaciones de poder? A mi parecer, la respuesta es negativa, sin embargo, con ello no estoy negando las posibilidades que brinda el espacio académico para la visibilización de tales estructuras de poder, es necesario esta lucha pero no es suficiente, quedarse ahí implicaría fortalecer la relación dominante/dominado. La salida la encuentro en plantearnos la posibilidad de un trabajo “académico” paralelo a las instituciones, que en determinado momento subvierta al trabajo académico oficial y a las instituciones que lo cobijan. ¿De qué manera? Es difícil delinearlo aquí pero pienso en la experiencia de México: la experiencia zapatista de educación, en las Universidades de la Tierra en Chiapas y Oaxaca, o en las experiencias locales de pequeños colectivos que echan a andar proyectos de investigación y pedagogía.

Rene Olvera Salinas

Historiador por la Universidad Autónoma de Querétaro, México, y actualmente estudiante de Maestría en Estudios Latinoamericanos, de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador.

El nuevo escenario político en Bolivia



El 6 de diciembre del 2009 fue reelecto el presidente Evo Morales con un apoyo que sobrepasa el sesenta por ciento del escrutinio total, situación que refuerza el proceso político en el cual se encamina Bolivia hacia un estado plurinacional donde las reivindicaciones históricas del pueblo se materializan dentro los márgenes de la nueva constitución política del estado (NCPE) aprobado en enero de 2009. Por tanto, es importante el trabajo que viene desarrollando la nueva asamblea legislativa plurinacional que empieza a abordar una serie de leyes que están vinculadas a un mayor control del estado sobre la economía, un manejo eficiente de los recursos fiscales, mayor cobertura a infraestructura pública, además está pendiente normas que permitan reducir los índices de corrupción en el sector público y privado.

Por lo cual los nuevos asambleístas tienen las mejores condiciones políticas para establecer normas que expresen el carácter transformador del estado plurinacional, donde se otorgan derechos individuales comunitarios a los pueblos indígenas, se reconoce la justicia indígena para que las mismas autoridades indígenas sancionen desde los usos y costumbres y combatir el índice de faltas que afectan a las familias en las comunidades. Asimismo se articula una economía comunitaria con una economía post-capitalista que tiene como postulado el buen vivir (suma qamaña) siendo un principio que debe ser transversal a cualquier actividad pública o privada de la nación.

En este horizonte de cambio y reencuentro lo constitutivo esta en la equidad, igualdad, la horizontalidad de las relaciones sociales, lo cual se plantea desde la misma reciprocidad andina como un valor que se diferencia de la racionalidad moderna competitiva que pregona el capitalismo contemporáneo. Además, en el plano político sobrevienen las nuevas elecciones departamentales, municipales a desarrollarse en todo el territorio nacional en el mes de abril para nombrar gobernadores, alcaldes, conformar asambleas departamentales, donde las fuerzas políticas opositoras intentan rearticularse a través de fracciones, agrupaciones ciudadanas que representan a reducidos sectores sociales del oriente(Pando, Beni, Santa Cruz, y Tarija), situación que está dentro los derechos democráticos pero lo cuestionable es la insensatez de algunos líderes y medios de comunicación en descalificar los avances de las políticas públicas que viene desarrollando el nuevo gobierno, si consideramos que toda elección es un escenario propicio y redefine la correlación de fuerzas, por tanto el parido de gobierno Movimiento al Socialismo(MAS) tratará de ampliar su apoyo electoral en el oriente para ejecutar políticas públicas que favorezcan a sectores de bajos ingresos económicos, a pueblos indígenas que siempre estuvieron cooptados bajo sistemas de explotación laboral, por terratenientes, empresarios agroindustriales, madereros, ganaderos, sin respetar en lo mínimo los derechos laborales, situación que sólo es posible cambiar cuando las nuevas autoridades políticas concuerden con la voluntad de transformación que lleva adelante el gobierno de Morales, esto no significa constituir un mono-partidismo sino más bien es crear condiciones para ejecutar políticas públicas que cumplan el mandato de la nueva constitución política del Estado.

Héctor Luna A.[1]

[1] Licenciado en Sociología por al Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, Diplomado en Educación Superior (UMSA-La Paz), estudiante de la maestría, Estudios de la Cultura Universidad Andina Simón Bolívar sede Ecuador.

Venezuela, 27 de febrero de 1989 ¿Culto al espontaneísmo?


La protesta popular del 27 de febrero de 1989 ha sido catalogada tradicionalmente como una expresión espontánea del pueblo venezolano ante un sistema socio-político y económico que ahogaba a los sectores más empobrecidos de la sociedad y los condenaba a la indigencia, no obstante, sería necesario preguntarse si este espontaneísmo de la protesta popular no implica de por sí un ejercicio reflexivo en torno a los símbolos más contundentes de la opresión capitalista.

La explosión social de febrero de 1989 es la consecuencia política de varias décadas de gobiernos ineficientes, desvinculados de la realidad social y económica de los sectores más empobrecidos, y de la traidora aplicación de un programa de ajuste estructural neoliberal por parte del gobierno “populista” de Carlos Andrés Pérez (CAP), en ese sentido, si bien la población venezolana no salió a la calle con un elaborado contenido programático, si salió a atacar a los símbolos más cercanos de su explotación y su empobrecimiento. El autobús y los abastos fueron los primeros atacados, pero a ellos le siguieron los comercios de electrodomésticos, y lo que fue criminalizado como vandalismo no era más que la reacción de una sociedad empobrecida ante un sistema que ostenta permanentemente bienes a los que no puede acceder.

Asimismo, el espontaneísmo del 27 de febrero despertaba en cientos de personas -“como un sacudimiento eléctrico”- el sentimiento y la conciencia de clase, producto del “carácter intolerable de su existencia social y económica” (tal como diría Rosa Luxemburgo en sus Escritos Políticos). Es así como el 27 de febrero se convierte en un hito de nuestra historia contemporánea, producto no sólo de las múltiples violaciones de los derechos humanos llevadas a cabo por el gobierno de CAP, sino por su configuración como el elemento de impulso para la organización popular de la sociedad venezolana (sin obviar las formas organizativas ya existentes para 1989).

Conforme con ello, resultaría erróneo concebir a los sucesos del 27 de febrero como un hecho aislado, contrariamente éstos se convierten en el signo unificador de décadas de opresión, teniendo que lo que surgió como un hecho espontáneo se ha convertido a posteriori en un proceso de organización popular que inició a través de un ciclo de protestas que perseguía la reivindicación de los derechos de la población, que continuó con el proceso organizativo por el reclamo de muertos y desaparecidos, pero que fue dando lugar a la lucha por la transformación del sistema político y económico neoliberal… Por lo que una vez más es necesario recordar a Rosa Luxemburgo cuando señala que: “las revoluciones no se aprenden en la escuela”, y es la organización el producto de la lucha.

Sin embargo, a 21 años del “Caracazo” es claro que la formación política de los procesos organizativos resulta de suma importancia para la trascendencia y permanencia de los cambios revolucionarios en el tiempo, más esto no implica que se subestime el valor de las acciones populares espontáneas; tal como el mismo Lenin diría: no se trata de rendir culto al espontaneísmo, sino de entender su papel en la lucha histórica, así como también de comprender los retos teóricos, políticos y de organización que de ello derivan para la lucha anticapitalista.

En ese sentido, las protestas populares del 27 de febrero de 1989 constituyen el punto de quiebre de mayor envergadura en los últimos tiempos de la sociedad venezolana, conformándose como el momento unificador que posibilitaría no sólo la llegada al poder del presidente Chávez, sino todo un período de crecimiento de la organización popular. Organización que sin duda debe seguir fortaleciéndose, construyéndose y reconstruyéndose sin perder de vista la formación política pero a la vez sin subestimar a los poderes creadores de los sectores populares.

Germania Fernández F

Socióloga de la Universidad Central de Venezuela, actualmente estudiante de la Maestría en Estudios Latinoamericanos, de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador.