"Pero aquí abajo abajo, cerca de las raíces, es donde la memoria ningún recuerdo omite, y hay quienes se desmueren, y hay quienes se desviven, y así entre todos, logran lo que era un imposible, que todo el mundo sepa que el sur también existe".



Mario Benedetti


Niebla de Guerra. Las Estrategias Imperiales del Decadentismo Estadounidense


La petición del gobierno colombiano a una reunión extraordinaria en la OEA, para presentar pruebas definitivas sobre la presencia de grupos guerrilleros colombianos -FARC y el ELN- en territorio venezolano, debe entenderse como un espectacular simulacro de las múltiples formas que adquiere las estrategias imperiales en el continente. Espectacular en tanto su objetivo es la opinión pública manufacturada como mercancía de la prensa internacional. El mundo es una mercancía para los estrategas del Capitalismo Terminal. Y un simulacro en cuanto los grandes medios conjuran los graves problemas de la guerra, los desplazados, la miseria, la destrucción militar y ecológica, entre otros aspectos de la Crisis del Capitalismo Terminal, para invisibilizarlos mediante Reality Shows cuidadosamente cimentados en estrategias de ocupación imperial-colonial. La combinación del realismo espacial y el formalismo jurídico del decadentismo imperial estadounidense se complementan con las estrategias de manufactura del consenso de las grandes empresas de medios de información. La doble tenaza del realismo espacial y el formalismo jurídico se invisibiliza con una prensa que selecciona, filtra, edita y excluye aquellos tópicos residuales -los graves problemas humanos de la actualidad- que no se acomodan a la visión pacificada de los intereses imperiales estadounidense.

El componente militar dentro de la política exterior y de defensa estadounidense ha tenido un despliegue fundamental en los últimos años en América Latina. El narcotráfico, el terrorismo y los Estados Canallas definen las actualizaciones de la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto en el hemisferio. La Iniciativa Mérida como estrategia de seguridad conjunta entre México y los Estados Unidos en su lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado definen espacios de militarización y excepción en un vasto territorio. Pero, también, el dispositivo militar en el Caribe insular tiene Guantánamo en Cuba, dos bases en Puerto Rico, dos localizaciones de seguridad, una en Aruba y otra en Curazao, y recientemente, los veinte mil marines desplegados como ayuda humanitaria en Haití consecuencia del devastador terremoto de enero de 2010. En América Central: la base área de Sotocano en Honduras, la localización de Seguridad de Comalpa en El Salvador y los siete mil marines asentados en Costa Rica para la lucha contra el narcotráfico. El salto significativo del Plan Colombia con las siete bases militares combinadas con más de 600 contratistas privados de seguridad, en su mayoría mercenarios especializados en la guerra, configuran una diagrama de terror en la frontera venezolana. Este despliegue estadounidense pone un acento en los dispositivos estratégico y militar como punta de lanza para alcanzar los objetivos de liberalización de las economías en la región. En definitiva, como parte del despliegue de los dispositivos militares, se han definido zonas de turbulencia para focalizar las actuaciones militares estadounidenses en América Latina. En la frontera colombo-venezolana, Washington localizó una zona de alto riesgo terrorista, y en la triple frontera Argentina, Paraguay y Brasil, Estados Unidos ubicaron una zona de riesgo potencial en términos terroristas.

En sentido estricto no ha sido solo la extensión y profundización de la economía de mercado estadounidense, sino también el imaginario imperial lo que ha facilitado la emergencia de los Estados Unidos en tanto y en cuanto behemoth imperial. Las guerras coloniales-imperiales contra Afganistán e Irak han tenido como objetivo fundamental establecer las bases teórico-políticas de un diagrama de terror cimentado en un orden neoliberal-militar. Las bases estadounidenses se encuentran diseminadas por todos los continentes. La presencia de dispositivos militares es un horizonte fáctico en 130 de los 192 Estados miembros de las Naciones Unidas. Por lo tanto, el realismo espacial del imperio estadounidense tiene una dimensión territorial incuestionable, como lo son necesariamente los imperios; su forma contemporánea de colonia es la base militar, que permite el despliegue y la intervención rápida a lo largo de todo el globo. De hecho, ya existen vínculos crecientes entre el vasto imperio de bases y su centro de mando, todos mantenidos por sofisticadas estructuras de comunicación que integran y distribuyen información de modo virtualmente instantáneo, en una forma militar de compresión del espacio-tiempo. Además, el dominio total del espectro presupone el control, o al menos la habilidad de intervenir decisivamente, sobre los sistemas de comunicación globales.

Desde la perspectiva del formalismo jurídico la articulación entre la Doctrina Carter, la Guerra Preventiva, la Ley de Comisiones Militares y la Ley Patriota se funde un Nomos de la Tierra de escala global del imperio estadounidense. Este Nomos Imperial se configura entonces como un mandato incuestionable de intervención militar y diplomática contra los líderes deshumanizados de los Estados canallas. Aquellos Estados que en las cínicas palabras del embajador Luís Alfonso Hoyos: están apoyando a estos terroristas, o en la previsible postura del portavoz del Departamento de Estado de los Estados Unidos Phillip Crowley: Nosotros apoyamos lo que Colombia destacó durante la sesión de ayer, alentamos el establecimiento de una comisión internacional de verificación que visite los campos identificados en los próximos treinta días. Ambas visiones apuntan a vulnerar la soberanía de Venezuela en una continuidad teórico-política entre la Doctrina de Guerra Preventiva estadounidense y la Iniciativa de Seguridad Democrática colombiana. Por tanto, la guerra preventiva, fruto del terror ubicuo y la incertidumbre global, sustituye la lógica indicativa de la autodefensa: Nos han atacado, por una nueva lógica subjuntiva: Puede que alguien esté preparándose para atacarnos. De modo tópico, concluye el razonamiento basado en la lógica subjuntiva, declaremos la guerra a ese enemigo cualquiera e impediremos el posible desarrollo de esta peligrosa cadena de potencialidades. En consecuencia, desde la lógica del equipo que se ha hecho conocido bajo el nombre de expertos alarmistas, entre los que se encuentra una de las grandes figuras straussianas como Paul Wolfowitz, no se deben basar exclusivamente en la probabilidad de un acontecimiento, sino también en la gravedad de sus consecuencias, un método de trabajo particularmente pertinente si el objetivo no es confirmar una amenaza sino fabricarla.

La deshumanización del Otro se encuentra justificada con una inequívoca dimensión auto-exculpatoria fundamentada en la idea del Destino Manifiesto estadounidense. Se construye al enemigo como un infiel, un proscrito o un criminal basado en una tradición moral que establece una racionalidad y universalidad superior a la de cualquier otra tradición posible. Su lógica normativa provendría no de la tradición o de la costumbre, sino directamente de la razón del pueblo de los elegidos. El arte de prever y de ganar por todos los medios la guerra se impone desde entonces como el ejercicio mismo de la razón. Este marco de deshumanización del Otro determina una auto-legitimación teológica del agresor. Para liberar a la libertad del miedo terrorista, el gobierno de los Estados Unidos debe responder con sus dispositivos de terror e incluso justificar la muerte de millones de personas en la búsqueda de este objetivo trascendente -de muerte y destrucción-, la libertad duradera. Y así, la totalidad totalizada emite un juicio desde su propio fundamento. Este juicio absolutamente tautológico no ofrece ninguna posibilidad para una crítica inmanente. El cínico dice lo que es y lo que va a hacer. La alteridad debe ser aniquilada como alteridad en la geometría del exterminio masivo. Este cinismo militar-imperial, es sobre todo, la puesta en escena de una moralidad descarnada al servicio de la inmoralidad. En la celebre fórmula de Peter Sloterdijk, ellos saben muy bien lo que hacen, pero aun así, lo hacen.

El control de los recursos naturales existentes -petróleo, gas, agua, oro y litio, entre otros-, el despliegue de las fuerzas militares, la privatización y control de las fuentes alternativas de energía y la profundización de las guerras asimétricas contra las economías emergentes, prefiguran escenarios de turbulencia y balcanización de las estrategias del realismo espacial y el formalismo jurídico del imperio estadounidense. Los juegos de guerra indican la preeminencia de tendencias unilaterales en el ámbito global que chocan inevitablemente con los emergentes esquemas multipolares. La tensión entre escenarios radicalmente contrarios nos invitan a fortalecer los mecanismos de la UNASUR como un correlato práctico a los juegos de guerras ensayados desde espacios multilaterales como la ONU y la OEA. Con la obvia connivencia del gobierno colombiano e israelí, entre otros. La política en el siglo XXI debe orientarse al desmontaje de las consecuencias indeseables del Capitalismo Terminal. El simulacro ensayado desde la OEA por el gobierno colombiano y manufacturado posteriormente por las grandes empresas de medios de información intenta invisibilizar el fracaso de la política imperial.


Miguel Ángel Contreras Natera.
Sociólogo, Especialista y Magíster
en Planificación del Desarrollo - Cendes UCV-,
profesor de Teoría social, Escuela de Sociología UCV.