
La petición del gobierno colombiano a una reunión extraordinaria en
El componente militar dentro de la política exterior y de defensa estadounidense ha tenido un despliegue fundamental en los últimos años en América Latina. El narcotráfico, el terrorismo y los Estados Canallas definen las actualizaciones de
En sentido estricto no ha sido solo la extensión y profundización de la economía de mercado estadounidense, sino también el imaginario imperial lo que ha facilitado la emergencia de los Estados Unidos en tanto y en cuanto behemoth imperial. Las guerras coloniales-imperiales contra Afganistán e Irak han tenido como objetivo fundamental establecer las bases teórico-políticas de un diagrama de terror cimentado en un orden neoliberal-militar. Las bases estadounidenses se encuentran diseminadas por todos los continentes. La presencia de dispositivos militares es un horizonte fáctico en 130 de los 192 Estados miembros de las Naciones Unidas. Por lo tanto, el realismo espacial del imperio estadounidense tiene una dimensión territorial incuestionable, como lo son necesariamente los imperios; su forma contemporánea de colonia es la base militar, que permite el despliegue y la intervención rápida a lo largo de todo el globo. De hecho, ya existen vínculos crecientes entre el vasto imperio de bases y su centro de mando, todos mantenidos por sofisticadas estructuras de comunicación que integran y distribuyen información de modo virtualmente instantáneo, en una forma militar de compresión del espacio-tiempo. Además, el dominio total del espectro presupone el control, o al menos la habilidad de intervenir decisivamente, sobre los sistemas de comunicación globales.
Desde la perspectiva del formalismo jurídico la articulación entre
La deshumanización del Otro se encuentra justificada con una inequívoca dimensión auto-exculpatoria fundamentada en la idea del Destino Manifiesto estadounidense. Se construye al enemigo como un infiel, un proscrito o un criminal basado en una tradición moral que establece una racionalidad y universalidad superior a la de cualquier otra tradición posible. Su lógica normativa provendría no de la tradición o de la costumbre, sino directamente de la razón del pueblo de los elegidos. El arte de prever y de ganar por todos los medios la guerra se impone desde entonces como el ejercicio mismo de la razón. Este marco de deshumanización del Otro determina una auto-legitimación teológica del agresor. Para liberar a la libertad del miedo terrorista, el gobierno de los Estados Unidos debe responder con sus dispositivos de terror e incluso justificar la muerte de millones de personas en la búsqueda de este objetivo trascendente -de muerte y destrucción-, la libertad duradera. Y así, la totalidad totalizada emite un juicio desde su propio fundamento. Este juicio absolutamente tautológico no ofrece ninguna posibilidad para una crítica inmanente. El cínico dice lo que es y lo que va a hacer. La alteridad debe ser aniquilada como alteridad en la geometría del exterminio masivo. Este cinismo militar-imperial, es sobre todo, la puesta en escena de una moralidad descarnada al servicio de la inmoralidad. En la celebre fórmula de Peter Sloterdijk, ellos saben muy bien lo que hacen, pero aun así, lo hacen.
El control de los recursos naturales existentes -petróleo, gas, agua, oro y litio, entre otros-, el despliegue de las fuerzas militares, la privatización y control de las fuentes alternativas de energía y la profundización de las guerras asimétricas contra las economías emergentes, prefiguran escenarios de turbulencia y balcanización de las estrategias del realismo espacial y el formalismo jurídico del imperio estadounidense. Los juegos de guerra indican la preeminencia de tendencias unilaterales en el ámbito global que chocan inevitablemente con los emergentes esquemas multipolares. La tensión entre escenarios radicalmente contrarios nos invitan a fortalecer los mecanismos de